"Si solo supieran lidiar contigo, estos humanos, siempre testarudos! A los rebeldes hay que darles amor y con los tímidos tendrian que ser duros! Cuanto mas duro eres con un rebelde, mas lo alejas, mas lo endureces, mas rebelde lo haces. Acaso no esta claro?"
Contaba con su ángel guardián. Tenerlo presente era como estar en un cuarto oscuro y oír el zumbido de un bicho de luz que posaba sobre su nariz. Tanta era la oscuridad que el sonido del bicho era placentero y sus patas al rozar la piel creaban consquillas que mas que risas eran compañeras.
Ya no era una muerta viva. Ya no huía de la realidad. No estaba perdida. Estaba más sobria que nunca. En su mente no existía mejor lugar para crear una base que desde el fondo del abismo y ahí era precisamente donde se encontraba. No existia mas nada debajo de ese nivel. Sabia que su cuerpo era el templo que le otorgaba el poder de crear y que lo externo era nada mas que un reflejo suyo. Todo lo externo le servia como un gran espejo de su alma.
Mientras se quitaba el pelo del rostro para redescubrir sus propios ojos, grandes y marrones, veía al ave resurgir de las cenizas. Sus entrañas gritaban "fuego!". Era una promesa consigo misma. Sabia que no era el final porque al final todo iba a estar bien, entonces si nada estaba bien, todavía no era el final.
"nada de sirenas" susurró y despertó.
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